El corto documental Ancla, del realizador Ángel Morales Ballesta, logró en la noche del pasado sábado el primer premio de la sección Murcine del festival de cine de Cartagena (FICC). Murcine en el apartado del certamen cinematográfico al que concurren piezas producidas en la Región.
Ancla narra cómo Ángel (23 años) afronta los primeros meses de su tratamiento hormonal en testosterona y, paralelamente, vive con su abuela Ángeles (88 años). El corto aborda la cotidianidad de una persona trans, cómo enfrenta los cambios que está viviendo, cómo se reconcilia con su pasado para poder vivir el presente y cómo sueña con el futuro. Además, refleja el amor incondicional a uno mismo y a la familia que, aún existiendo una brecha generacional, acepta, respeta y apoya una realidad que vive en nuestra sociedad.
El corto galardonado ya ha recibido este mismo año el reconocimiento en el festival Cinema Jove de Valencia, donde se hizo con el premio especial que apadrina el programa de TVE La aventura del saber. Ancla también figuró en la relación de cortos finalistas del Creamurcia 2023. Ángel Morales Ballesta, graduado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Murcia, trabaja actualmente en la preparación de su segundo corto: Arrecife, que cuenta con los mismos protagonistas de Ancla y profundiza en idéntico argumento. Este proyecto fue seleccionado recientemente en un certamen de jóvenes talentos en Barcelona para su presentación y análisis.
El segundo premio en esta categoría del FICC fue para el corto Sé de un lugar, de Antonio Conesa Caparrós y Emilio David Huertas (Emilio Hupe), que forman la productora Pesahombre. Sé de un lugar también formó parte de nómina de finalista de la última edición del certamen municipal murciano Creamurcia. El corto describe las peripecias de un grupo de jóvenes que deciden dejar atrás su hogar para buscar oportunidades de futuro y cómo se enfrentan a diferentes dificultades y problemáticas diarias. El distanciamiento inevitable con la familia y los amigos de siempre. La constante incomprensión. La frialdad y el individualismo de la nueva ciudad. El estrés, la falta de adaptación e incluso el sentirse un extraño en su vuelta a casa.