Javier Rubio y Mónica García ganan el premio regional 2017 por un jardín en Cehegín

Los arquitectos Javier Rubio y Mónica García han ganado el Premio Regional de Arquitectura por los valores en sostenibilidad en la 19ª edición de los Premios de Arquitectura de la Región de Murcia por su proyecto La misteriosa historia del jardín que produce agua, desarrollado en el casco histórico de Cehegín. Al premio han optado 67 trabajos.

El premio a la labor profesional ha recaído en Vicente Pérez Albacete, propuesta formulada por el Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia, por su meritoria trayectoria personal y profesional en favor de la arquitectura.

El proyecto de vivienda unifamiliar en La Alcayna (Molina de Segura) del arquitecto Vicente Martínez Gadea ha obtenido el premio de nueva edificación, mientras que el de rehabilitación y restauración ha recaído en la recuperación de la antigua Escuela de aprendices y posterior Museo Naval para el centro universitario ISEN, en Cartagena, de José Manuel Chacón Bulnes.

En la categoría de espacio público y arquitectura del paisaje, el premiado ha sido para el proyecto del Parque Tecnológico de Fuente Álamo, de Joaquín García Vicente y Juan Antonio Sánchez Morales.

El jurado ha concedido asimismo dos galardones en la categoría de arquitectura interior y actuaciones efímeras, que han recaído en Heredia Helix, en Alcantarilla, de Joaquín García Vicente y Juan Antonio Sánchez Morales, y en Casa P+M, en Murcia, firmada por Blancafort-Reus.

El premio de innovación y divulgación lo ha obtenido el trabajo El juego del rey sabio, de Coral Marín Marín y Enrique de Andrés Rodríguez.

El tribunal de la última edición también ha concedido las siguientes menciones: rehabilitación de edificio para cuatro viviendas y farmacia en plaza Serreta y Canana La Brew, en Cartagena y La Aljorra, de Martín Lejárraga; recuperación del patrimonio etnológico y cultural de la calle del Agua, en Pliego, de Fernando de Retes y Francisco José Abellán; ático calidoscópico, en Murcia, de Luis y Manuel Clavel; Carmen, ¿tienes sal?, de Carlos Pérez Armenteros, Marga Martínez Baíllo, Emilio Saura Pérez y Dictinio de Castillo- Elejabeytia Gómez, y las jornadas sobre participación en la construcción de la ciudad (febrero de 2016) y el libro resultante, realizados por Jaume Blancafort y Patricia Reus.

Más información, aquí.

El jardín que da agua

Conocido como El coso, el lugar era un gran vacío en el casco antiguo de Cehegín. Tras una gran nevada, en los años 50, muchas de las casas se vinieron abajo o quedaron afectadas, dejando un espacio de grandes pendientes desocupado que generaba una gran desconexión entre sus calles perimetrales. Por otro lado, el casco antiguo de Cehegín carecía de jardines habitables.

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Para solventar el problema, el equipo autor del proyecto planteó un jardín que produce agua mediante la recogida y reutilización de lluvia y los vertidos a la red de alcantarillado. El agua es conducida por una red de estanques con plantas de ribera que lo filtran y limpian. El resultado se usa para regar el resto de plantas del jardín.

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Vistas de la ciudad

El proyecto consiste en la reforma y diseño interior de un ático, ocupando las dos últimas plantas de un edificio residencial que, originalmente, contenían un total de cuatro viviendas dúplex. Debido a la superficie de la planta general del edificio (planta cuadrada con núcleo central), así como a la existencia de gran número de bajantes y conductos de ventilación, los espacios de partida resultaban a priori reducidos para el programa de proyecto, que correspondía a una familia numerosa.

Desde el comienzo se optó por dividir horizontalmente el programa en día y noche, dejando la planta inferior para los dormitorios, y la superior para cocina, comedor, salón, zona de estar y gimnasio. Este último espacio resultaba privilegiado por estar rodeado íntegramente de terrazas y disfrutar de amplias vistas panorámicas sobre la ciudad y un parque cercano, por lo que se propuso mantenerlo diáfano y organizar el programa de día aprovechando la propia geometría en U de la planta. A continuación, se introdujo un revestimiento de geometría quebrada, el cual ofrece libertad para ir absorbiendo el contorno irregular interior, albergar armarios y elementos auxiliares del programa y hasta integrar pilares y shunts exentos en prolongaciones a modo de tentáculos, que ayudan a separar los distintos usos.

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La decisión de terminar este elemento en vidrio lacado en color gris oscuro convirtió esta planta en un espacio caleidoscópico, gracias a la multitud de reflejos, tanto de la propia vivienda como de las vistas exteriores, presentes gracias al total acristalamiento de las fachadas. Las terrazas se incorporaron como un espacio más de la vivienda, ayudadas fundamentalmente por la dimensión de los huecos, el empotramiento de los marcos de las carpinterías y la continuidad del pavimento interior de piedra caliza. De hecho, se caracterizaron programáticamente en función de su orientación: terraza-comedor orientada a levante (a la cual se le dota de una cocina exterior), terraza-lounge orientada a poniente, y terraza-piscina orientada a mediodía.

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En la planta inferior, con un programa y distribución más tradicional, se recurrió también al recurso de los paramentos quebrados de vidrio lacado, en este caso para romper con la sensación de pasillo que producían los espacios de circulación. Por último, el dormitorio principal integra espacialmente vestidor y un amplio espacio de baño, organizados en torno a una caja de vidrio que contiene la ducha. Por contraposición, la bañera aparece como una sólida caja horadada en piedra caliza.

Arquitectos: Luis y Manuel Clavel

Luz mediterránea

Este proyecto recoge los anhelos de una pareja por vivir rodeados de la cálida luz mediterránea y de todos aquellos objetos y muebles que han ido atesorando a lo largo de su vida. Así que el ejercicio ha tratado de acomodar a las personas pero también a cuadros, colecciones y unas piezas de mobiliario que pedían su lugar.

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Es por todos estos objetos que el almacenaje, tanto visto como oculto, se convierte en el elemento articulador de toda la vivienda. Y es por las personas que, en el corazón de la casa, una pequeña mesa envuelta en la calidez y la elegancia de la madera, les ofrece un espacio íntimo y acogedor desde el que sentarse a disfrutar del hogar y de su mutua compañía.

Arquitectos: Blancafort-Reus

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Canana está situado en La Aljorra, un pequeño pueblo al que se llega por carreteras con ecos de Los Ángeles, entre un paisaje que recuerda a sus palmeras con las colinas de Santa Mónica al fondo.

Es la aventura de una joven pareja que ha fundado una compañía dedicada a la producción, embotellado y venta de cerveza de diferentes clases. Una cerveza elaborada con atención y cariño en un antiguo almacén de herramientas agrícolas, espacio construido por familiares y conocidos: los amigos albañiles, el padre instalador eléctrico y el padrino carpintero. Un negocio familiar ubicado en un espacio construido por la familia.

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El local pretende ser sencillo, continuo. La madera como elemento básico sirve de recubrimiento para todas las superficies, resolviendo interior y exterior. La nueva piel de barras de madera recortada contra el cielo dibuja una línea de cubierta de nave industrial o a dos aguas, revelando su actividad interior: una fabrica con almacenes donde se elabora la cerveza y una acogedora cervecería donde degustarla.

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La omnipresente madera entra al interior del local produciendo paredes, suelos y techos, reiterando los ritmos exteriores de la fachada. Algunos delicados muebles de madera, construidos por el padrino, junto a una iluminación cálida confieren una dimensión doméstica y confortable a este pequeño espacio, donde tomar una cerveza como en casa. Para completar la experiencia, la fábrica se abre, se ilumina y se conecta visualmente con el bar, para mostrar los complejos procesos de producción de una excelente cerveza.

Arquitecto: Martín Lejárraga

En pendiente

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La composición del proyecto está fuertemente influenciada por la pendiente del terreno. La orientación de la edificación se aprovecha para obtener las mejores vistas, protegiendo los huecos con viseras y voladizos que son parte fundamental de la composición del edificio.

El acceso se organiza a través de un gran zaguán de entrada, situado en el nivel más bajo del edificio a cota de la calle, al que abren los garajes, una calle interior de acceso para vehículos que permite subir hasta dos plantas más arriba donde se ubica el nivel principal, así como la entrada peatonal con el núcleo vertical de escalera y ascensor que se refleja en la composición de volúmenes con una elevada torre ciega, que oculta también en su parte superior las instalaciones. Se utiliza ladrillo macizo prensado como único material de fachada.

Arquitecto: Vicente Martínez Gadea

Sello histórico

La rehabilitación del edificio, histórico y catalogado como bien a preservar, que se distribuye en un local comercial de planta baja dedicado a oficina de farmacia y dos plantas de vivienda, propone un remonte de dos plantas de ático y terrazas que configuran una nueva volumetría de conjunto.

El tratamiento exterior corresponde a la voluntad de identificar las acciones de proyecto, con la intención de subrayar el carácter histórico del edificio, aprovechando y potenciando su distinguida ubicación en la ciudad. Una composición de azulejo serigrafiado reviste la planta baja a la vez que desarrolla imágenes del interior de la basílica de la Caridad, punto singular junto al que se encuentra, adoptando y reinterpretando la obra del pintor cartagenero Wsell de Guimbarda en estas piezas cerámicas de honda tradición cartagenera.

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Las plantas de ático ofrecen una segunda relectura de la obra del pintor, ahora en tonos azules, en referencia directa a la virgen según el código iconográfico tradicional, desdibujándose hasta casi fundirse con el azul del cielo. Este frente cerámico tiene vocación de convertirse en un punto de interés para la ciudad, un reclamo divulgativo de historia y estilo, que se relaciona de manera directa con la calle, y de forma inevitable y especial con la basílica.

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Los niveles intermedios se restauran con técnicas tradiciones recuperando su imagen histórica y contribuyendo a la lectura ambiental de los edificios de la época (principios del siglo XX). El conjunto del edificio rehabilitado afianza su integración dentro del patrimonio artístico y cultural de la ciudad, invitando a la mirada curiosa a acercarse tanto a sus fachadas como a la Basílica a la que acompaña.

Arquitecto: Martín Lejárraga

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